Vivimos en una sociedad que muchos titulan como la “sociedad de la imagen”. Nos rodean las pantallas, las series de Netflix, las fotos de Instagram, los anuncios allá a donde vayamos… Y todas estas imágenes suelen tener algo en común: gente contenta. ¿Lo has pensado alguna vez?

Todo lo que vemos está diseñado para evocar algo en nosotros. Un anuncio de coches de lujo puede mostrar una pareja, bien vestidos, conduciendo con música y riendo entre los dos. Casi parece que en el anuncio nos dicen “¡Compra este coche y siéntete igual de feliz y pleno que las personas del anuncio!”. Y, aunque si lo pensamos, sabemos que no será así, hay una parte de nuestra consciencia que pica el anzuelo.

Con las imágenes de Instagram o TikTok pasa lo mismo. La mayoría de selfies o fotos que se suben al perfil, se cuelgan con la intención de provocar algo en el que la vea; ya sea admiración, sensación de belleza o envidia. Solemos compartir nuestros mejores momentos: un viaje con amigos, una noche de fiesta o el momento de nuestra graduación. Sin embargo, aquello más negativo pierde su hueco en nuestras cámaras. Y entonces tenemos una sociedad de la imagen, pero sólo de la imagen positiva, casi de ensueño, que, al fin y al cabo, es una sociedad irreal.

Así, rodeados de imágenes perfectas, cuando miramos la imperfección de nuestra vida, nos preguntamos: “¿por qué otros sí y yo no?”.

Una felicidad obligatoria

«La dictadura del placer y la pornoilusión» es el original título que corresponde a la charla TEDx Talks que te recomendamos, impartida hace unos años por la psicóloga Georgina Vorano. Con mucho sentido del humor, lo que introduce Vorano es exactamente esto: la dictadura del placer. Vivimos en un mundo en el que parece que la felicidad se ha vuelto obligatoria. Todo lo que hacemos tiene que estar hecho con pasión. Viendo el viaje de una amiga en Instagram, o el baile de TikTok de otro, nosotros mismos nos sentimos compelidos a disfrutar más y más, como si fuese un deber o exigencia.

Si te vas de viaje, es para disfrutarlo (incluso si no ha sido un buen viaje). Si sales de fiesta, es para disfrutarlo (incluso si no ha sido tu noche). Y si quedas con un amigo, es para colgarlo en Instagram (incluso si no ha sido la mejor conversación). Así, vivimos con la sensación de que “tenemos que estar felices” y mostrarlo, y hacer las cosas que a todo el mundo les hace felices. Disfrutando todo siempre.

Georgina explica que esto nos ocurre también en la vida sexual, a lo que ella llama “pornoilusión”.

La pornoilusión

Este término nos presenta la ilusión o engaño que muchas veces nos creemos, de que las relaciones sexuales perfectas existen, y nos las muestran las películas y vídeos pornográficos. En una película romántica puede llegar la típica escena en la que, en el momento sexual todo sale rodado, sin comunicación ni incomodidades, y al final, alguno de los dos exclama “’¡ha sido fantástico!”. Y eso es solo las películas… En la pornografía que consumimos se nos presenta un verdadero escenario de teatro, llevado por un guion “perfecto”. Todos disfrutan, todo funciona sin desajustes, todo híper-placentero.

Sin embargo, ¿es así como ocurre en la vida real? Claramente, no. Desde las películas románticas hasta la misma pornografía, siempre se evita enseñar la cara más humana de la sexualidad. Esa cara que nos define como humanos: nuestras imperfecciones y diferencias. Nada sucede por arte de magia, y las cosas, la mayoría de veces, no suelen salir rodadas. El sexo, sobre todo aquel que es sano, es una relación, y como en todas las relaciones, hay dos personas: dos tipos de expectativas, dos tipos distintos de vivir el placer, dos tipos de comunicación, dos cuerpos reales, y dos tipos de vivencias.

El sexo hoy en día, nos parece más una cuestión de performance, rendimiento o técnica. Nos hemos tragado la pornoilusión que nos han vendido, y se nos ha olvidado que el sexo no es algo individual. ¿Qué implica eso? Que el verdadero disfrute está en el conectar con la otra persona, no en cuántos orgasmos tenemos, ni cómo de perfecto sale todo. Mientras haya dos personas humanas, habrá diferencias y el mejor sexo probablemente es aquel que las acoge, las comunica y las contempla como la riqueza que son, lo que puede implicar momentos incómodos o imperfecciones.

No nos podemos olvidar de que la pornografía es falsa. Está hecha para vender. Recordando esto, no dejemos que nos aleje de nosotros mismos, de nuestra parte más humana. Vivimos tan rodeados de ‘teatros perfectos’ que se nos ha olvidado que nosotros no tenemos por qué serlo. Tal y como dice Vorano: tenemos que encontrar la manera propia de disfrutar, de vivir, de amar y de hacer.

 

Referencias:

TEDx Talks de Georgina Vorano.