Las declaraciones sobre la regulación de la pornografía de Andrea Fernández (Diputada del PSOE) en El Español, han reavivado el debate. Las redes sociales no tardaron en agitarse y muchos profirieron descalificaciones varias e innecesarias contra su persona. Desde Dale Una Vuelta mostramos nuestro apoyo a la política y vemos necesario hablar de este asunto.
La realidad es que el porno se consume… y mucho, el 12% del contenido online es pornográfico –según las estimaciones más bajas- y ya sabemos que internet es demasiado inabarcable. Un apunte a tener en cuenta es que este material no siempre lo consumen adultos capacitados para discernir entre ficción y realidad. Hoy día, el primer contacto con la sexualidad de los jóvenes está siendo a través del porno. Las respuestas de Andrea Fernández nos hacen reflexionar a todos, ¿regulamos el porno?¿sería efectivo?¿cómo lo hacemos?
En la entrevista, Andrea afirma que “regular el tráfico en internet con una ley nacional es prácticamente imposible” si queremos hacerlo bien, hay que elevarlo a un plano europeo o supranacional. No obstante, Reino Unido ya ha aprobado una ley de verificación de edad para las páginas pornográficas, que entra en vigor el próximo 15 de julio, similar al de las casas de apuestas online. De esta forma se evitaría que los niños y las niñas que obtienen su primer smartphone acaben en sitios web no recomendados.
¿Y qué regulamos? Una de las poblaciones de riesgo es la juventud que crece con el porno “antes de dar su primer beso” (pornonativos). “El porno tiene que estar regulado en cuanto al consumo, especialmente para menores de edad. Es sintomático que el porno que se consume esté basado mayoritariamente en la violencia y en las agresiones hacia las mujeres” comenta Andrea Fernández. Y no está nada equivocada, hay niños de 8 años que se inician en el consumo a esa corta edad (Brage & Orte, 2019)[1]y las consecuencias cerebrales son mucho más notorias a edades tempranas.
Por otro lado, también matizamos alguna declaración de Andrea. La pornografía no crea agresores sexuales, sin embargo, la correlación que existe entre el perfil de un agresor y el consumo de pornografía es palmaria. ¿Y esto, qué quiere decir? Básicamente, no existe evidencia científica de que el porno cree violadores desde cero, y entran en juego otros factores, pero sí podemos deducir que casi todo agresor consume pornografía violenta. El porno no crea manadas por sí solo, pero prepara el terreno. Este contenido, sumado a otros factores de riesgo, eleva las probabilidades de que una “manada” surja con mayor facilidad. Es un elemento de interacción muy poderoso.
Un asunto de agenda pública
No obstante, lo relevante de las declaraciones de la diputada más joven del Congreso es que ha conseguido situar este asunto en los medios, al menos durante un breve periodo de tiempo. La “nueva pornografía” tiene que pasar a la agenda política, y debería convertirse en un asunto que involucre a la ciudadanía, pues nos afecta a todos. Nadie quiere que su hijo o hija esté expuesto a contenido sexual violento, tampoco queremos que los jóvenes comiencen a realizar prácticas sexuales de riesgo o que se denigre la imagen de la mujer constantemente. Todo esto son consecuencias motivadas por el consumo de pornografía y que hacen que el porno se convierta en un asunto de salud pública y de convivencia social, además, negarlo por motivos electoralistas puede ser peligroso. De hecho, cuanto antes comiencen nuestros políticos a hablar de ello, antes podremos proteger a los jóvenes (y no tan jóvenes).
Aunque la regulación puede ser beneficiosa, es clave dejar claro lo siguiente; una regulación no evita que tengas que sentarte a hablar con tus hijos sobre la sexualidad sana y emocionalmente segura. La importancia de la educación sexual es la idea principal. Si acabamos poniendo controles de verificación de edad en las páginas porno estamos dando un gran paso, pero no estamos solucionando el problema de fondo. El porno se puede filtrar por muchos canales y hay que asumir que, de una forma u otra, los niños y niñas pueden encontrarse con contenido pornográfico violento.
La medida decisiva es apostar por la educación sexual, y aquí tanto los padres, como la escuela, tinene mucho que decir. Los jóvenes tienen que demandar un sexo respetuoso, seguro, que rechace la vejación, que invite a relaciones igualitarias y afectivas, y esto sólo surge si han vivido en un ambiente que se haya preocupado de explicarles claramente cómo es el sexo de verdad, el que trae cariño y respeto, no estrangulamientos ni llantos o juegos no tan divertidos. Puede haber muchas formas de disfrutar la sexualidad, pero la primera educación sexual de un adolescente no debe estar cargada de ficción y violencia.