“Te ofrecemos violaciones reales online: chicas y mujeres violadas por uno o varios hombres”, “Jovencitas y maduras violadas por desconocidos”, “Los mejores vídeos porno gratis de violaciones”. Estos son solo algunos de los ejemplos de los 457.000 resultados que ofrece Google en 0,32 segundos cuando tecleas “Vídeos porno de violaciones”.
España se sitúa en el puesto número 12 en el ranking mundial de consumo de pornografía, según las últimas estadísticas. La mayoría de adolescentes empiezan a iniciarse en este consumo a los 11 años o incluso antes.
Tras el fallo judicial, la búsqueda del vídeo de “la manada” se convierte en “trending search” en uno de los grandes portales porno, algo que sin duda es inquietante y da pie a pensar qué estamos haciendo mal.
La mujer siempre pierde
Hasta hace pocos años, en que aparecen nuevas corrientes de pornografía más feminista, lo normal era encontrar vídeos de sumisión de la mujer hacia el hombre. De hecho en 2010, según un análisis online de contenido, el 88,2% de los vídeos contenían agresiones físicas y el 48,7% agresiones verbales. A pesar de tener nuevas opciones y viendo los resultados estremecedores, parece que la situación no ha mejorado mucho.
Los vídeos mainstream, para el público mayoritario, se basan en guiones donde las chicas deben subordinarse al “supermacho” para que sacie todo tipo de fantasías sexuales a través de ellas. Es importante la distinción entre “a través de ellas” y no “con ellas”. Es la diferencia entre una locución gramatical que implica “por medio o mediación de alguien” y una preposición de compañía que implica una relación de asociación.
En 2015 se revisaron 22 estudios de 7 países diferentes, donde se concluía que un consumo elevado de pornografía de contenido agresivo aumentaba las prácticas agresivas y que un consumo elevado de pornografía fomentaba las prácticas sexuales de riesgo en los adolescentes. Esto se ha demostrado en estudios a largo plazo, tanto para la agresividad física como la verbal, donde el hombre se ve más afectado por este contenido que la mujer.
Esta clase de vídeos proponen la utilización de la mujer como un objeto para alcanzar y realizar todo tipos de fantasías, fomentando una jerarquía de género que favorece un mayor distanciamiento, si cabe aún, entre hombres y mujeres.
La gran mayoría del porno que encontramos en internet ofrece una visión distorsionada del sexo, no ayuda conocerse mejor sexualmente, no muestra unas respuestas sexuales ajustadas a la media poblacional. En definitiva, es la ciencia ficción de la sexualidad, pero nadie avisa de que no deberíamos intentar hacer todo lo que aparece en los vídeos en nuestra intimidad.
Todas las semanas atiendo a personas con dificultades relativas a la sexualidad. Muchas de estas problemáticas están asociadas a un elevado consumo de pornografía. Uno de los patrones habituales con respecto a este consumo es el de aquellas personas que empezaron consumiendo una pornografía “más ajustada a la realidad” y cada vez fueron necesitando un contenido más extremo, más violento, más sofisticado.Y esto no es solo algo que pase en la consulta si no que también lo he podido observar en entornos sociales y cercanos.
Los modelos de conducta, elemento clave
A pesar de lo referido, no existen a día de hoy estudios empíricos que muestren una relación causal entre el consumo de pornografía y ser un violador o un abusador sexual. Aunque sí hay estudios que indican una correlación entre ambos. Es decir, quizá no es causa, pero sí hay relación. Y la evidencia: el visionando de vídeos pornográficos violentos en contra de la mujer, inevitablemente, deja una huella en la manera en la que entiendo la relación sexual, pudiendo normalizar y banalizar conductas agresivas que en principio no deberían estar aceptadas.
Para poder entender este tipo de situaciones, se deben tener en cuenta algunas variables como son los aspectos genéticos o biológicos, el desarrollo de la personalidad, el ambiente en el que han vivido, el desarrollo de sus emociones y el apego, situaciones de trauma o abuso previo…
Pero una cosa esta clara: si me paso el día viendo documentales de historia, aprenderé sobre historia; si dedico mucho tiempo a ver programas de cocina, aprenderé de gastronomía. La pornografía es una forma de vivir la sexualidad poco inteligente, si yo desarrollo mis propias fantasías estaré potenciando mi capacidad de crear, fantasear, pensar y sentir la sexualidad. Con la pornografía, mi cerebro está en modo pasivo recibiendo información repetitiva y monótona que no permite un desarrollo adecuado. Cuanta más pornografía, peor sexo.
Si soy un chico de 12 años descubriendo mi sexualidad, viviendo la revolución hormonal a nivel biológico, con un cerebro en pleno desarrollo y gran curiosidad lo que me ofrece la red, es fácil toparme con todo este material en internet.
Cuando lo veo por primera vez y sin un modelo de referencia pienso “Lo excitante y lo que le gusta a las mujeres es la violencia y la dominación, entonces lo haré cuando tenga una relación sexual”. El adolescente tenderá a imitar lo que ocurre para alcanzar esos gloriosos resultados que la pornografía muestra.
En un estudio para Human Communication Research observaron que el hombre muestra una mayor insatisfacción sexual debido a este consumo en comparación con la mujer que no consume tanto.
No todo vale
Es comprensible y realmente necesario hablar de sexualidad, avanzar en una auténtica liberación sexual, acabar con la opresión a ciertos colectivos, aprender a disfrutar de la sexualidad de forma saludable y aparcar los tabúes. Pero no todo vale. El respeto, la dignidad y la libertad siguen siendo grandes líneas rojas que no conviene atravesar.
La asignatura pendiente, como se repite estos días hasta la saciedad, es la formación en sexualidad, una formación e información de calidad, que incluya lo afectivo, que no se quede en la superficie y que profundice. Una educación sin sesgos, que fomente un pensamiento crítico, que no transmita un mensaje de la sexualidad como algo prohibitivo ni tampoco como la explicación para todos los problemas. Un mensaje que haga pensar y reflexionar sobre el modelo que cada uno quiere vivir respecto a la sexualidad.
Los padres tienen mucho que aportar, formándose ellos y repensando sobre estos temas, además de ofreciéndose como modelos para un comportamiento saludable con respecto a su propia afectividad y sexualidad. El colegio es un apoyo importante,pero el foco principal deben de ser sus figuras de referencias en el hogar.
No dejemos que las miles de categorías violentas del mundo de la pornografía eduquen a nuestros hijos. Es el momento de dar un paso al frente y de afrontar, sin miedos ni prejuicios, el reto que se nos presenta.
Alejandro Villena, psicólogo experto en sexología