“Es una obra registrada, sin embargo: Tienes permiso para difundirlo, copiarlo, imprimirlo, cortarlo e interpretarlo”. Escribe Ismael López en la primera página de su nuevo libro, Escúpelo: Crónicas en negro sobre el porno en España.
Así que teniendo dicho permiso nos gustaría comentar algunos aspectos interesantes que encontramos en esta llamada de alerta sobre el lado oscuro de la industria pornográfica.
“Escúpelo es sobre todo la muestra del fracaso histórico de la sexualidad masculina, de los estragos de una historia escrita por hombres que pone en el centro al macho y su deseo con el mundo a sus pies”.
Una frase contundente que resume los guiones misóginos de una industria que presume de libertades de expresión y libres albedríos.
Diferentes estudios hablan al respecto, ejemplo de ello es el de Vega & Malamuth (2007), quienes aluden que el visionado continuado de estos vídeos puede derivar en la introducción de prácticas agresivas en el ámbito sexual y alimentar los estereotipos y roles sexuales de género, en aquellos usuarios que la consumen. La pornografía que hoy día aparece en internet es una muestra sesgada, violenta y degradante hacía la mujer.
“La trastienda del porno no son viajes y polvos sin fin, poliamor y buenas juergas, sino dinero negro, cuestionables condiciones laborales, y un negocio donde la única mujer que tiene cabida es la que responde a la normatividad heteropatriarcal y no le cuestiona ninguno de sus privilegios”
En definitiva no se trata de dar rienda suelta a nuestros deseos y expresar aquello que no nos atrevemos a hacer por miedo a ser juzgados. La pornografía no tiene nada que ver con la sexualidad, es simple ficción que repite una y otra vez un modelo basado en el poder y la sumisión que se aleja con creces de la realidad.
Lo que Ana de Miguel llama el “harén democrático” a este sistema de dominación patriarcal existente, donde “todo vale bajo el mantra de la libre elección y el consentimiento, y al final, la más violada de todas es la propia Libertad, en cuyo nombre las mujeres, sus cuerpos y su sexualidad están disponibles siempre, veinticuatro horas, en cualquier lugar del planeta, para que cualquiera quiera tenerlo, a cambio de dinero”.
Y es que no es menos cierto que hemos confundido, quizás debido a los rencores históricos y a épocas de represión sexual, la libertad con el libertinaje, la expresión de los derechos con la degradación de los mismos. Hasta tal punto de no saber ni de qué trata eso tan lejano a lo que llamamos sexualidad…
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