“Después de mi última experiencia sexual estoy perdiendo el miedo a dar guantazos”. Hace unos meses, cuando recorría una de las líneas del Metro, escuché esta frase de boca de unos jóvenes que mantenían una conversación sobre sus últimas hazañas sexuales.

Este tipo de comentarios hacen pensar que actualmente existe una normalización de la agresividad dentro del ámbito sexual, banalizando la agresión física, como si ésta formase parte del placer natural del ser humano, como si pegar a una mujer fuera un logro.

¿Qué papel desempeña la pornografía en este tema? El paradigma sobre las consecuencias de la pornografía en las conductas agresivas tanto a nivel físico como verbal lleva siendo objeto de estudio desde los años 70. En esta investigación publicada en The Journal of Social Psychology ya se pronunciaban sobre el tremendo potencial que tiene el consumo de pornografía sobre la realización de actos agresivos en las prácticas sexuales reales. 

A día de hoy, sigue siendo un tema controvertido, sobre el que pocos expertos o entidades se pronuncian de forma pública. Sin embargo, la literatura científica que avala la relación existente entre el consumo de pornografía y la agresividad es sumamente amplia.

Ejemplo de ello es este articulo publicado en 2010 titulado “Violencia contra la mujer”, donde después del análisis de 304 escenas pornográficas los autores concluyen que el 88,2%de estas escenas contienen agresiones físicas y el 48,7% contiene agresiones verbales. 

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Además, un articulo de la Journal of Communication de 2015 realizó un metaanálisis sobre 22 estudios en 7 países diferentes,demostrando la correlación existente entre las actitudes y comportamientos agresivos dentro el ámbito sexual y el consumo de pornografía. Estos resultados mostraron como los efectos en la agresión suele ser en su mayoría por parte del hombre hacia la mujer.

Este mismo año se publicó un articulo en The Journal of Sex research, el cual confirma que además de que el consumo de material pornográfico conlleva una mayor permisividad sexual entre los adolescentes, facilita la agresión sexual, incluyendo conductas ilegales, amorales y de victimización.

Asimismo, este mismo articulo defiende la visión tan sesgada que muestra el material pornográfico sobre las relaciones sexuales, basándolas en el poder y creando una jerarquización de los roles sexuales, donde la mujer deberá someterse a la sumisión del hombre para conseguir, a cualquier precio, la satisfacción sexual de este.

Quizás debamos “Darle una vuelta” y repensar sobre cómo la pornografía puede estar influyendo a nuestra generación en la trivialización de la agresividad en cada encuentro sexual y cómo esto puede estar degenerando el componente afectivo, el respeto y la moralidad que una relación sexual debería tener de forma implícita.